El viaje a la felicidad
por Corrás
Punset es un especialista en viajar, hacer amigos entre los docentes universitarios, entrevistar en inglés, interpretar lo que le da la gana y arrimar el ascua a su sardina. Esto le causa a menudo críticas como las que recibe este libro a lo largo y ancho de la red.
Si extraemos del libro su fijación por Estados Unidos, sus ideas políticas, religiosas y sociales, nos queda una larga enumeración de experimentos científicos más o menos relacionados con el tema de portada.
Al igual que Punset hace su interpretación de estos experimentos, cualquier lector puede hacer la suya propia, sin que desmerezca la labor recopilatoria del libro.
Las mayores críticas se centran en conceptos alejados de la parte científica como la «carga heredada» y la hipócrita discusión de si las expectativas de ser feliz aumentan al ser alto y guapo o bajo y contrahecho.
Lo mejor del libro es su atrevimiento al facilitar una fórmula con los factores que suman, restan o dividen en la búsqueda de la felicidad. Factores arbitrarios como el reseñado o inferidos directamente de los experimentos científicos.
El libro ha sido un éxito de ventas porque a todo el mundo le interesa el secreto de la felicidad, y se lleva un montón de palos porque a nadie le interesan las respuestas obvias, y lo obvio es que no queremos que nos recuerden que tenemos cosas que aceptar y otras que cambiar con nuestro esfuerzo, cuando buscamos un atajo mágico que nos ahorre esos esfuerzos.
Hasta los atajos conocidos como el casar bien, ganar la lotería, que nos promocionen sin merecerlo, etc… se ponen en duda en el cómputo global, donde hay factores de peso que requieren esfuerzos positivos.
De ahí que la mayoría de las críticas pasan por alto las evidentes carencias de Punset como escritor, para centrarse en la frustración de verse incapaces de seguir cuatro reglas de primaria (apoyadas por sesudos experimentos) y dejar de llorar por lo que no tiene remedio.
Comentarios
Querido homínido:
Nos vimos en la cueva hace 400 millones de años, y hablamos de la amígdala y del córtex cerebral. Se me ponen los pelos de punta al recordarlo. Cómo pasa el tiempo.
Aún no sabíamos escribir con estos signos arábigos, pero ya lo hacíamos con las cadenas de aminoácidos de nuestro ADN, sin saberlo.
Éramos tan felices….
Siento cosquillas en el hipocampo estos últimos siglos, porque mis neurotransmisores me acercan a mis vecinos. Cuando frío un huevo siento el primer segundo del universo en mi sartén.
Dentro de mil años, cuando volvamos a vernos, no necesitaremos hablar.
Eduard.
PD.: Cuando hablas de EEUU, ¿a qué te refieres? ¿es que existen otros paises?.
jajajaja el dichoso Punset, que es como el chorizo: unas veces encanta, otras repite hasta hartar. Si midiese un poco mejor su verborrea, su mensaje conseguiría lo que supuestamente pretende; divulgar. Pero bajo mi punto de vista a veces pierde un poco el norte, a base de algo de autobombo y un poco de falta de rigor en el contexto general.
Pese a todo, me gusta su programa; más debería haber como tal.
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