El relevo del ministro
por manuel
Abro espacio de opinión acerca de la polémica creada por el académico Pérez-Reverte sobre la «escena» habida en el relevo del ministro de exteriores. Dicho ministro tuvo la «desfachatez» de emocionarse en el acto de traspaso de cartera a la nueva titutar, Trinidad Jiménez. Considero muy respetable tal reacción, así que considero doblemente criticable, insisto, criticable, el hecho de que este señor Pérez-Reverte reaccione de tal manera ante un hecho bajo mi punto de vista nada atacable, como es que un ya ex-ministro muestre emociones en el acto que supone la terminación de sus funciones como ministro.
Y repito, doblemente criticable. Primero, porque el acto en sí, independientemente de otras cuestiones, no es para mi nada criticable, es más, es incluso comprensible y empático, porque siempre bajo mi punto de vista, y confiando en que fue una reacción fuera de guión, demuestra que tal ministro sentía y vivía en sus adentros el trabajo que, mejor o peor, desarrolló en los últimos seis años, con lo que una actuación a nivel ministerial representa.
Y segundo, porque el susodicho escritor puede mostrar su desacuerdo en todo aquello que tenga a bien, o mal, pero considero innecesario y muy poco presentable el llevar la crítica al terreno de lo cutre y zafio, entrando en la descalificación personal. Bajo mi manera de verlo, las malas formas descalifican el fondo. Y si además el fondo es ya de por sí absurdo, deja el nivel de la crítica muy, pero que muy bajo.
No quiero quedar aquí como defensor de ninguna actuación política; solo pretendo remarcar que las personas deberían gozar de cierto respeto ante críticas que, en su forma, son en sí mucho más perjudiciales y lamentables que aquello que supuestamente critican.
Señor Pérez-Reverte, la cultura y educación que a si mismo se atribuye frecuentemente y en alto grado, se demuestran de muchas otras maneras que ambientar y enriquecer sus novelas.
Comentarios
Estoy completamente en desacuerdo, el castellano posee una expresión: «políticamente correcto», que cobija todo tipo de comentarios y acciones lamentables bajo una piel de exquisita educación formal:
· Un dedo en el ojo – ¿molesto?
· Salario de los políticos – Sacrificio hecho al servicio de los ciudadanos
· Pepiño – Hombre de confianza
· Zapatero – Luchador por el bienestar social
· Rajoy – Salvador de la patria
· Pajín – Eficiente política de carrera
· Esperanza – Persona, humana, mujer…
· Moratinos – Experto político
Defiendo el derecho a no ser políticamente correcto mientras ningún político sea correcto, a insultar por el puro placer de hacerlo, porque no hay mucho más para desahogarse democráticamente que el puro pataleo:
· Un dedo en el ojo – Patada en los huevos
· Salario de los políticos – Media de sus salarios hantes de entrar en política, alto para los cualificados, bajo para los arrimados.
· Pepiño – ?
· Zapatero – 1 millón de hogares sin ningún ingreso
· Rajoy – ¿Saben el del gangoso?
· Pajín – Hemos colocado bien a la niña…
· Esperanza – 666
· Moratinos – Perfecto mierda
Así que Don Manuel, te contesto ¡Porqué no te callas!, y quedo como un rey…
A veces es difícil entrar a conversar sobre ciertos temas, porque los «contendientes» tienen ya sus apuestas hechas, y la apuesta ya no se retira porque no se puede… ¿o si?
Señor Corrás, no confunda las cosas de forma interesada para salvaguardar sus argumentos. Es cierto que el término «corrección política» existe y se maneja por doquier, pero eso no significa que sea aplicable a todo, ni utilizado o utilizable para todo o en toda ocasión. Es ese tipo de argumentos generalistas los que dan sustento a mensajes como el que provoca que la gente acepte y participe en el «yo también puedo ser un cabrón, y lo seré para progresar».
Insisto: yo no juzgo para nada la actuación política del ex-ministro; es más, creo que ni siquiera importa. Me parece mucho más triste y lamentable la forma y la crítica en sí, que el propio criticado, del cual desconozco si merece o no crítica a su labor, pero desde luego nunca de esa manera.
No comparto para nada ese ansia de «venganza» por todos los males del mundo hacia cualquier persona que se dedique a la política. Ni por supuesto haciéndolo de manera absolutamente pueril y estúpida, como el «señor» Pérez-Reverte hizo, ya unas cuantas veces. Se pone a si mismo en evidencia. Supongo que se trata de una mezcla entre lo comentado anteriormente de generalización compulsiva, y las ganas de notoriedad mediática del académico, que por lo que se ve no consigue con su obra.
Ya se sabe, lo de la paja en ojo ajeno y la viga en el propio. Saludos a todos, incluído a usted, señor Corrás 😉
Es obvio, don Manuel, que tu apuesta es matar al mensajero y sus ganas de notoriedad, que como muy bien refleja el vídeo que aporta Eugénia se lo merece por cutre y chulo. Dices que no te importa la actuación del ex-ministro, a mí tampoco me importa un carajo la catadura de Perez Reverte y las múltiples opciones de criticar educadamente que estén a su disposición, de hecho no me pongo de su parte sino de la del insulto, el vocabulario soez y las frases desagradables.
Cuando dices «me cago en las tetas de la Virgen para que el niño mame mierda» mandas un mensaje, con «un perfecto mierda» Reverte por una vez acierta. Nada de palabrería sobre seis años de ineptitud, compadreo, servicio al partido, sueldo de ministro, etc. Simplemente resume la categoria de quién saliendo del lujo ministerial a la sopa boba del salario vitalicio en la España de la crisis, llora ¿De felicidad?
Sólo espero que nuestro «amigo», el día que le retiren la letra por gilipollas, sepa sorber los mocos y tragarse los pucheros.
http://muchachadanui.rtve.es/celebrities-arturo-perez-reverte.html
Con respecto al video, nada que añadir; todo está dicho y más que se podría… buenísimo el detalle de la alarma cuando se va de la habitación jajajajaja
Y con respecto a lo que dice Corrás, mi comentario arrancó como crítica a las formas y al motivo en sí de la crítica que una persona hace a otra. Y es que en el académico, tal comportamiento es bastante habitual con muchas personas. La crítica en forma de insulto, según mi opinión (totalmente personal, por supuesto), sobre todo cuando se hace desde el primer momento y sin venir a cuento, es casi siempre un truco para esconder la falta de argumentos de quien la ejerce. Y es evidente que todos usamos alguna vez tal estrategia, o muchas otras, porque nadie es ferpecto. Excepto, claro está, el académico.
En resumen, critico, porque considero que es muy criticable, la forma y el fondo de la actitud de este sujeto, en este caso y en otros. Yo no mato mensajeros, es más, yo no mato a nadie. Ni quiero ni pretendo. Nada más lejos de mi intención.
Entiendo que la forma y el fondo son adecuados para describir una vasija, no para criticar a quien vive, en parte al menos, de la opinión y la polémica.
en este momento se abusa de los convencionalismos y si en una polémica está involucrada una mujer, aparece el machismo, con Moratinos el derecho a llorar de los hombres, si estuviese cojo, el respeto a los discapacitados. Siempre queda un resquicio para desviar la cuestión: ¿Desatinos en su opinión y la mia es un mierda? Si. ¿Por esta cuestión Reverte gana puntos, es más bocazas o Desatinos pierde derechos lagrimales? No.
Al pan, pan y al vino, vino. Prefiero el cruce de insultos a la acartonada forma de llamarse estúpidos entre sí en las cortes…
Creo que al final llegamos al típico final de «yo tengo mi opinión, y el otro tiene la suya». Yo sigo opinando que por mucho que el ministro sea personaje público y que como consecuencia del ejercicio de su cargo haya consecuencias o deje de haberlas, y dejando a un lado la personalidad del crítico, la forma y el fondo están completamente fuera de lugar.
Y sí, la forma y el fondo son importantes, no solo para describir vasijas, sino para que pueda haber una mínima convivencia entre las personas. Incluso en cosas como esta. La descalificación personal está de por sí fuera de lugar, pero si encima se vincula a una cuestión puntual del tipo de la que causó la crítica, pues peor todavía. Cuestión de opinión. Debería haber una proporcionalidad en las acciones respecto a las causas. Y si el crítico se salta este principio, entonces debería empezar la crítica mirando, de frente y con valentía, al espejo.
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