Mitos II (Discriminación positiva)
por Corrás
Con la misma credibilidad que un burro volando o una puta virgen, se extiende como un cáncer de colon uno de esos conceptos políticamente correctos paridos por asesores de imagen con diarrea mental: la discriminación positiva.
Si, es perfecto para explicar lo que es un oxímoron: un absurdo, términos contrapuestos que fuerzan una tercera interpretación, pero en este caso esa tercera interpretación es una falacia (que las discriminaciones reales o imaginarias sufridas por diferentes grupos sociales, se corrigen a través de la discriminación inversa).
Digo falacia porque todas las discriminaciones habidas y por haber parten de una base social, cultural y educativa, sólo con acciones dirigidas a modificar valores negativos sociales y culturales a través de la educación, podemos hacer frente a las actitudes discriminatorias.
La discriminación positiva es puro maquillaje, venta de humo, genera todavía más crispación de la que dice querer solventar.
Y es que a nadie le interesa una mierda erradicar la discriminación, sólo aprovechar cuando el viento sopla a favor para sacar tajada, y esta claro que el ventajismo político y el clientelismo se venden mejor con denominación de origen.
Tampoco debería sorprendernos que una solución política a un problema sea cualquier cosa menos una solución y que en nuestro país las actitudes discriminatorias de todo tipo: racistas, de género, de carácter laboral, por motivo de discapacidades, etc. gocen de una salud espléndida.
Comentarios
La educación que ha tenido nuestra generación ha sido paternalista en las escuelas y discriminatoria en los medios, La casa de la pradera y todas las series con las mujeres metidas en la cocina, los hombres rudos, aventureros, esos simpáticos alcohólicos.
Hemos asistido a sentencias absolutorias en casos de violación «por ir provocando», por parte de jueces que todavía ejercen, fuerzas del orden represivas, políticos corruptos, contrataciones irregulares en las administraciones locales.
Si las leyes simplemente no fuesen discriminatorias en ningún sentido y fuesen de obligado cumplimiento… pero el refrán en España dice: hecha la ley, hecha la trampa.
Y cada vez la situación va a peor, la educación sigue siendo paternalista pero más cobarde, se dan bandazos entre recomendarle a los adolescentes la abstinencia o la píldora del día despues, mezclado con sexo oral, cuando no son capaces de hacer siquiera un uso responsable del teléfono móvil y en los medios les bombardean con Sálvame, NI-NIs, Grandes hermanos, etc…
El mensaje que cala es que puedes hacer chistes de negros si das algo en la colecta del Domund, insultar a tus padres si luego pides perdón, pegar al profesor si luego aceptas que te expulsen tres días, todo es justificable porque «eres así» y en casos extremos sólo tienes que aceptar medicación, responsabilizarte de tus actos nunca.
Ritalín para la adolescencia, alcohol para la juventud, Trankimazin para el mal caracter, terapia para los problemas de pareja, las adicciones, la agresividad…
Al final la responsabilidad personal se vuelve un concepto extraterreste: «está ahí fuera»
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