Estética por ética
por Corrás
El problema de las ideas, los ideales, los principios, ya sean de izquierdas o de derechas; es que si pretenden ser éticos, partir de un sentimiento noble, sincero, honrado, son un puto coñazo. Todo son sacrificios de tiempo, dinero, compromiso, relaciones personales, como diría José Mota «Las gallinas que entran por las que salen».
Evidentemente es más práctico presumir de ideales sin sufrirlos, por eso la praxis de la ética se queda siempre en la estética.
Siempre ha sido importante fingir, sobre todo desde la esfera pública, la nobleza de las intenciones, jugar siempre de forma ventajista, aparentando una preocupación sincera por los demás, sus opiniones y sus necesidades. En este juego siempre hay gente que sigue la corriente por conveniencia y una gran masa descreída que yendo a la contra o dejándose llevar es conocedora del engaño.
Recientemente me llamó la atención una campaña de La Gaceta en Intereconomía que haciéndose eco de la estética del socialista (basta llevar El Pais los domingos debajo del brazo), animaba a mostrarse de derechas haciendo lo propio con su publicación bajo el lema «orgullosos de ser derechas«.
En la actualidad la identificación del engaño, saber que te están jodiendo, aunque no puedas hacer nada por evitarlo, se está volviendo cada vez más dificil, incluso desaparece el interés por saberlo. En los tiempos de La Globalización, el esfuerzo por implantar a nivel mundial un modelo único, político, religioso, moral está dando sus frutos dificultando a las masas sacrificadas por el camino la identificación de los ataques a sus derechos y libertades.
Cada vez que se fusionan medios de comunicación, bancos, cajas de ahorros, empresas nacionales, internacionales que a su vez entran en procesos de deslocalización y están el poder, el dinero y los puestos de trabajo en menos manos, recortando posibilidades económicas, de competencia, laborales de la masa trabajadora; aparece un político, técnico, supuesto especialista en cualquiera de los dos holdings de la comunicación explicando la inevitabilidad coyuntural de que por enésima vez, el patrón duplique beneficios a costa de mantener tu nivel adquisitivo por debajo de lo que ganabas cuando empezaste a trabajar hace 25 años.
Da igual de que se trate, la lucha contra el terrorismo, el medio ambiente, crisis financieras, especulaciones inmobiliarias, escasez de petróleo, el problema se soluciona aportando tu dinero en aventuras económicas que benefician y refuerzan la situación de abuso de los mismos que crean artificialmente los problemas.
Cuando cada vez se aprieta más y más la soga en el cuello de las clases desfavorecidas apoyándose en líneas editoriales únicas, reinvención de la historia, invasión de los espacios educativos, introduciendo metas oníricas en el imaginario colectivo con métodos publicitarios corporativos indistinguibles de las producciones de Hollywood, provocando sensaciones de «Déjà vu» al ver Matrix, se relega a la categoría de «conspiranoico» cualquier comentario sobre las intenciones detras de las decisiones políticas, bancarias, corporativas, etc.
Se convierte en dogma de fe aceptar que si te perjudican es por tu bién, porque no existen alternativas y tarde o temprano recogeras los frutos de decisiones que aunque todo, absolutamente todo, indique que están equivocadas, son las adecuadas en cada momento y lugar.
Aunque esta asociación entre el poder político, el económico y el religioso no tiene nada de nuevo, son las situciones modernas de pérdida de las identidades regionales, nacionales, culturales, educativas, las que acrecientan el peligro de un futuro Orwelliano donde a los ciudadanos uniformados y adoctrinados les resulte imposible imaginar otra realidad por la que merezca la pena recuperar la ética y mandar a tomar por culo la estética.
Para los que gusten del pensamiento crítico recomiendo las publicaciones de Walter Graziano, Naomi Klein (imprescindible), Michael Moore, Peter Joseph, que con mayor o menor proporción estética, aportan un mínimo de ética.
Comentarios
Es el juego que se nos propone desde lo alto del poder (político-económico); la aceptación sin discusión de unos principios que, según los que los defienden, son los únicos que nos permitirán seguir manteniendo si no aumentando estos privilegios de sociedad depredadora, que lo único que pide es más y más bienes materiales, aún sabiendo que el precio a pagar es el renunciar a otros valores, no tan medibles ni tangibles, pero sí apreciables, como casi todo, a medida que van desapareciendo.
Durante el desarrollo de este proceso tan bien calculado y ejecutado, y a medida que la masa va asumiendo su destino, el orbe democrático occidental se va transformando en un extraño ente gobernado por una oligarquía que dicta las normas en ese peculiar mundo globalizado, que es el medio perfecto en que estos grupos de poder extienden sus redes por encima de nosotros.
Un mundo globalizado pero solo a medias, es decir, el término «globalizado» adquiere su verdadero e hipócrita significado: solo se «globaliza» el mundo occidental, y el resto no es más que un mezcla entre «enemigos que nos quieren matar», y esclavos que fabrican a precio de miseria todo lo que aquí consumimos
La grandísima mayoría de las veces, dicho «enemigo» se crea, y es presentado como tal por gobiernos a los que les interesa fabricarlo, y medios que colaboran «pro causa». Un enemigo al que culpabilizar de todo, y que constituirá la excusa perfecta para el verdadero objetivo: globalizar para dominar y mantener el sistema, en permanente huída hacia delante.
Por eso no conviene que la gente piense, por eso cada vez más se adoctrina y estupidiza a las masas, por eso las humanidades desaparecen del sistema, y se sustituyen por sistemas y formas de pensar y actuar ultracompetitivas, en las que la gente se acostumbre al individualismo acérrimo, a desconfiar del prójimo…
Llegamos así a lo pretendido: si quieres controlar y manejar a una masa, mantenlos desunidos, desinformados y atemorizados. Tal cual.
Entiendo que diagnosticar al paciente en este caso es relativamente fácil, incluso el diagnóstico está enormemente difundido y prácticamente consensuado al 100%. Nadie discute que falte ética, que se procede de manera egoista en infinidad de decisiones de pocos que afectan a muchos, que detras de las grandes palabras hay retórica y mucha letra pequeña pero, ¿Qué pasa con la gente?, ¿Por qué cada vez hay más distancia entre estas consideraciones y las reacciones del día a día?.
Se tiende a pensar que la tiranía surge aislada y se extiende como un cancer, ganglio a ganglio atravesando la inocente masa; y reconforta cargar las tintas contra un enemigo claro, un dictador enfermizo, arropados en la tranquilidad que dan las barricadas, el bar, el café con los compañeros, envalentonados sacando pecho.
Pero siempre llega el San Martin, el momento de dar la cara, de ponerte de lado de los tuyos, de apoyar sus/tus reivindicaciones, de expresarte en público y en alto; y nos vendemos, por cuatro perras, con justificaciones miserables y sonrojantes.
Cuanto mejor se vive, más alto se llega profesionalmente, laboralmente, más helado te quedas; los huevos se convierten en dos canicas, cuesta articular las palabras y cuando recuperas el control y te das cuenta que señalas fijamente a otro, respiras tranquilo porque hay más gente señalando. Por esta vez te has librado, ha sido otro y no tú el que se queda sin silla, que se joda, tampoco me caía muy bien…
¿Parte de esta actitud es porque el mundo te ha hecho así? Puede. Pero también es cierto que se pierde a pasos agigantados el sentido de la responsabilidad personal, poco se podrán aprovechar de quién tiene claro quién es, qué es y lo que quiere para él y los demás.
En algún momento habrá que dejar los diagnósticos y emplearse a fondo para atajar esta enfermedad.
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