La velocidad de la oscuridad
por Corrás
La velocidad de la oscuridad se suele comparar con Flores para Algernon, porque el argumento gira alrededor de protagonistas con una discapacidad y espectativas científicas de curación. La diferencia es que en la segunda, la curación revierte cuando el protagonista ya sabe que no es la panacea que lo hará más feliz, que la ignorancia a la que vuelve será más dichosa.
En el libro que nos ocupa el protagonista posee un intelecto superior a la media y no busca más conocimiento para tener una vida mejor, se debate entre una vida rica en muchos aspectos (discapacidad idealizada) pero con carencias sociales y la posibilidad de tenerlo todo a riesgo de perder su identidad: lo bueno y lo malo que ha vivido hasta ese momento.
El contraste entre estas dos obras es que en Flores para Algernon la sociedad maltrata, manipula y abusa de un personaje con una capacidad intelectual diferente (inferior ó superior), y en La velocidad de la oscuridad es la capacidad para establecer lazos sociales la que abre brechas.
El nexo común es que en esta obra (donde la idealización del personaje suaviza el rechazo social) se refleja el impacto que tiene la parte subjetiva en los problemas de socialización.
Cuando el argumento de un libro explora arquetipos (aún los no deseables), es sorprendente la cantidad de similitudes con nosotros mismos que descubrimos (podríamos definirnos como diferentes porcentajes de conjuntos de tópicos), en estas dos obras destaca la diferencia entre la imagen que sus protagonistas tienen de como les ven los demás con cómo les gustaría que les viesen, tratasen y aceptasen.
Todo se reduce a conseguir esa aceptación de amigos, familia, conocidos, compañeros, el resto del mundo… que generalmente no es posible tal como se és, salvo que seas realmente vulgar (normal). Así que la gran decisión es aclarar cuanto de lo que te diferencia estás dispuesto a sacrificar, medicar, lobotomizar, operar ó sicoanalizar para conseguir ese objetivo.
El mayor impedimento es la reticencia egoista a que despues del cambio no nos gustemos, pero es un miedo infantil porque, por definición, desde el momento que esas diferencias las conseguimos arreglar de verdad, no fingiendo que somos como los demás, ya nada nos importará. La aceptación social, esa mirada que te dice «ahora eres de los nuestros», hace mucho más por las posibilidades de realización a cualquier nivel, que el malsano empeño en mirarnos el ombligo y creer que somos el del mundo.
Debes estar identificado para poder opinar.