El derecho de pernada
por Corrás
Desde que el hombre es «hombre» el más fuerte (técnicamente macho alfa) ha tomado lo que ha querido.
Con el surgimiento de las primeras civilizaciones se separó el poder político de la fuerza física, los menos capacitados podían convertirse en machos alfa ayudados por una superioridad intelectual, religiosa, moral, política, etc… Virtual.
La superioridad física siempre es real, alguien es el más fuerte, alto o rápido; habilidoso con la caza, la pesca o la recolección, su ascendencia sobre los demás no es ilusoria.
La superioridad virtual siempre es mentira, ilusión, timo. No necesitas ser, sólo convencer con argumentos elaborados a los miembros de tu comunidad de que los utilizas por su bien.
Hoy en día aceptar que el alcalde se beneficie a tu esposa por estar empadronados en un ayuntamiento se antoja difícil de conseguir, y el derecho de pernada se articula de formas más sutiles; sería interminable enumerar la cantidad de formas que aceptamos del «te someto por tu bien», pero sí tienen algo en común: la propiedad.
La cuestión no gira en torno a modelos capitalistas y sus alternativas, sino al timo del derecho particular sobre bienes comunes con la connivencia de quién legisla.
El moderno señor feudal no exhibe como prueba de sus derechos sobre tu persona un título nobiliario, no ejerce la autoridad como una imposición, crea la ilusión cada cuatro años de que tú y tu comunidad sois quienes repartís las cartas, pero la baraja está marcada y sólo tiene comodines.
Así la explotación de cualquier servicio “público” (agua, luz, gas, combustibles, vacunas, etc…) se concede a unos pocos a través de monopolios encubiertos, de forma que cualquier necesidad que cubras tenga un coste asociado.
El mayor timo de la actualidad probablemente sea la “defensa de los derechos de autor” donde en aras de la defensa de la cultura, en nuestro país se autoriza a unos pocos a decidir qué es susceptible de generar estos derechos, a quién se paga y se prevarica indemnizando por adelantado la violación de los mismos.
Siendo grave la privatización y patentado de tantos bienes y conocimientos universales, la comercialización de la cultura es el peor de los crímenes, pues facilita la aceptación de los demás al incapacitar al grueso de la comunidad privándole del libre acceso a ella.
Cuando el señor Francisco dijo que lo dejaba todo atado y bien atado, aún hay quién dice que se equivocaba, casi siempre son los mismos que se benefician de las ventajas de decidir durante cuatro años quienes nos cobrarán el aire que respiramos.
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